miércoles, 1 de diciembre de 2010

Entonces el angelito dijo, ! váyase a la ver...!



Otra práctica, esta vez era un jardín de niños, muy temprano estábamos ahí en la escuela esperando a que llegará la directora. Para nuestra sorpresa la directora no sabía siquiera que íbamos a ir a su escuela, pero creo que fue tanta la alegría que les dio a las maestras que eso no importó. Iban a tener un descanso ese día por que nosotras nos íbamos a quedar con el grupo, nos dividimos en parejas y nos fue asignado un salón.
La maestra que nos tocó se portó muy amable, en cuanto entramos nos presentó con sus niños.

- Ellas son dos amiguitas que van a estar con nosotros el día de hoy, a ver saluden.
- Buenoooossss diiiaassss

Comenzó explicándonos que actividades iban a realizar ese día, estaban practicando las sumas y restas, empezó a sacar material, palitos de madera y dados. Dividió a los niños en tres equipos y cada una de nosotras se iba a encargar de un grupo.
Apenas estábamos repartiendo el material cuando la maestra comenzó a llamarle la atención a uno de los niños, ella había pedido que se sentaran y él no hacía caso.

Enseguida fue imposible ignorar el problema que se estaba suscitando, mi compañera y yo volteábamos a ver a la maestra sonriendo con una expresión de – no se apure, así son los niños- y ella nos respondía con una sonrisa, que quería transmitir lo mismo, pero que en cambio nos daba a entender que estaba preocupada, que le daba pena que presenciáramos ese espectáculo. Sin embargo no era la primera vez que veíamos que un niño no le hiciera caso a la profesora a la primera advertencia. Pero pronto nos dimos cuenta del por qué la preocupación de la maestra, Ulises, así se llamaba el niño, se había tumbado al piso negándose a sentarse en la silla, la maestra lo quería levantar, él comenzó a patearla con todas sus fuerzas, ella trataba de someterlo cual policía a un recluso; labor a la cual se añadió mi compañera, pues una que otra patada ya había dado en el blanco, y además en una de las mesitas de colores que había en el salón.

A pesar de lo pequeñito del niño, 4 o 5 años, la maestra no podía controlarlo, sin embargo esa escena no era nada comparada a lo que venía.

Aún en el piso Ulises comenzó a gritar a todo pulmón, “maldita vieja, pinche vieja, suélteme culera, es una puta, ¡pendeja!, ¡Puta!, todas las mujeres son unas putas, pinche vieja vallase a la ver…” y así continuó con todo el repertorio que a su corta edad ya conocía, cada vez gritaba más y más fuerte, la maestra se mantenía bastante tranquila mientras veía al niño retorciéndose en el piso y gritando como poseído.

Mi compañera y yo nos quedamos inmóviles, no sabíamos que hacer ni que decir, voltee a ver a los demás niños, todos estaban en silencio viendo la escena como si fuera la de una película, pero a juzgar por sus caras me di cuenta que no era la primera vez que pasaba eso en el salón.

Con toda la calma del mundo la maestra se dio la media vuelta y lo dejó ahí tirado, ahora debajo de una de las mesitas, luego dijo en voz alta “Miren niños, como Ulises no hace caso vamos a dejarlo ahí, vamos a ignorarlo y a seguir trabajando”, luego caminó hacía nosotras, movió su cabeza a forma de reprobación y nos dijo “Y antes era peor”. Como no hubo contestación de nuestra parte, la maestra siguió su explicación.

“Es que en su casa él ve mucha violencia, el papá le pega a la mamá, y pues todas esas groserías que él dice aquí es lo que escucha que el señor le dice a ella. Yo ya sospechaba que algo estaba pasando por que la maestra que tuvo a Ulises el año pasado me dijo que el niño a veces venía muy raro a clases y que la mamá siempre estaba evitando hablar con ella. Cuando yo trate de conversar con la mamá me lo negaba, pero un día por fin lo aceptó, el niño es solo el reflejo de lo que pasa en su casa”
Seguimos con la práctica, la maestra salió del salón por que iban a tener una junta con los padres de familia, justamente esa era la razón por la que estábamos ahí, la directora necesitaba que alguien se hiciera cargo de todos los niños mientras las maestras estaban con los padres de familia, y como conocía a nuestra maestra de la universidad pues se confabularon, solo que como no le había confirmado nuestra asistencia se sorprendió al vernos llegar. Pero bueno esa es otra historia.

Al quedarnos solas con el grupo temimos que ahora nosotras seríamos el blanco de Ulises, sin embargo ya muy seriecito y con la cabeza gacha se me acerco, me jaló de la manga para llamar mi atención y me dijo “¿Y yo que voy a hacer?”, antes de irse, la maestra nos dio la orden de ignorarlo, a nosotras y a todo el grupo, él ya había ido con mi compañera que si hizo caso a la petición, pero yo y mi corazón de pollo no podíamos, esa carita, sus ojitos llorosos y conocedora de lo que ocurría en su casa no me atreví a ignorarlo, así que me “aventé” un choro mareador tipo abuelita, hablándole sobre la importancia del respeto, etc., y luego le di material para que trabajara.

Ulises se portó bien lo que restaba del día. Aunque ya pasó casi un año su nombre no se me ha olvidado, ni tampoco la escena que presencié. Espero que las situación en su escuela y sobre todo en su casa hayan mejorado.

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