viernes, 10 de diciembre de 2010

El consentido de la maestra


Sí, nos repiten una y otra vez que no debemos hacer distinciones con ningún niño, debemos tratarlos a todos por igual. Pero muy dentro de nosotros sabemos que es imposible, siempre habrá estudiantes con los que se tiene mayor afinidad, aquellos que se les toma cariño. Por supuesto también sucede lo contrario, hay niños que a veces caen mal y uno casi levanta la vista al cielo y agradece cuando faltan a clases.

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Amiga -¿Verdad que está mal que los maestros tengan a sus favoritos?

Yo - Eso siempre pasa, pero debes tratar que no se note. Ósea no vas a llegar diciéndoles “Miren niños les traje dulces, y a ti Fulanita un pony”

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En lo personal no puedo evitarlo, a los pocos días existe ya algún niño o niña, del cual disfruto más la compañía que de los demás. Generalmente logro establecer mejores relaciones con los niños que con las niñas. Tal vez porque prefiero hablar de futbol y de Dragon Ball, que de Patito y sus mundos de caramelo.

Y es que debo reconocer que siempre he pensado que los hombres son menos complicados que las mujeres, incluso desde la primaria. Había días en que las peleas tontas de mis amiguitas ¡me hartaban tanto!, ¿No podía alguien ceder y ser la power ranger amarilla solo por un día?

En esos momentos yo prefería irme con los niños, y aventar globos con agua a las casas que estaban del otro lado de la barda de la escuela. (Aclaró que ya he pagado por esto, el karma se lo cobró bastante bien por cierto, cuando los niños en la guardería comenzaron a aventar piedras, papeles y juguetes a las casas contiguas y la vecina llegó iracunda a reclamarnos).

Las veces que he llegado a conocer a un grupo nuevo intento no tener consentidos, pero ¿cómo no iba a querer tanto a Natanael?, el tan bonito, tan educado; y como me gustaba pasar mi mano por su cabello, solo comparable al césped, pero esponjoso y suavesito. Un día me confeso que su peculiar y sedoso cabello se debía a que todas las semanas su mamá le cortaba las puntas.

Y qué decir de Cristóbal, que no podía pronunciar la “r”, y que aunque era muy travieso y peleonero, lloraba con tanto sentimiento que todos lo perdonábamos y terminábamos consolándolo.

Lidia, siempre tan servicial, me ayudaba a borrar el pizarrón y siempre terminaba con los cachetes pintados. Su vocecita con acento Veracruzano siempre platicándome todo lo que había hecho en la semana. Me dio una de mis alegrías como maestra cuando me dijo “Gracias maestra, he aprendido mucho, yo no sabía nada, pensé que no iba a poder, pero ahora ya sé” T_T.

A todos los niños les vas tomando cariño, incluso a esos que le dificultan tanto la vida a uno, pero siempre hay aquellos que tienen un lugar muy especial, un pedacito VIP del corazón de los maestros.


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