domingo, 27 de noviembre de 2011

Señora, su niño...



Cuando estamos próximos a recibir en nuestra familia a un nuevo miembro, por lo regular, estamos expectantes y alegres. Como mencionaba mi maestra de Pensamiento y Lenguaje, ese niño que va a llegar es ya todo un significante, aún ni siquiera conocen el color de sus ojos ni de su cabello, pero sin duda ya ha sido el protagonista de las fantasías de mamá y de papá, incluso de los hermanos. En la mayoría de los casos ya tiene un nombre esperándolo y un cajón lleno de ropita nueva.

El momento tan esperado llega, por fin ese nuevo bebe está en los brazos de su mamá, y siendo un catalizador de palabras "chiples" de sus tías, su abuela, su madrina, etc. Al pasar de los meses mamá comienza a notar algo raro, el niño no sigue los objetos con su mirada, sus familiares le dicen que no se preocupe, que aun "está muy chiquito". Un día mamá decide acudir al doctor, éste la deriva a un especialista, un oftalmólogo.

Después de las valoraciones iniciales pide algunos estudios, los cuales se realizan unos días después. A la siguiente semana mamá, papá y el nuevo bebe están de nuevo en el consultorio y el doctor se pone serio, los papás se ponen nerviosos. El doctor, que podría ser percibido como juez que está por enviar al prisionero a cadena perpetua, les explica a los padres que su niño no puede ver.

¿Cómo que mi niño no puede ver? - Los padres exclaman exaltados. Y lógicamente la primer pregunta será ¿No hay una operación?, ¿Ya no se puede hacer nada? , el doctor les responde que no, que podrían esperar un tiempo y realizar unos exámenes después. El bebe y sus padres salen de la oficina del médico, aturdidos, incrédulos, y éstos últimos sienten como si el peso de una gran montaña se viniera sobre sus espaldas.

¿Porqué a mi?
¿Qué hicimos mal?
!No es verdad!
Ese doctor no sabe, busquemos otros diagnósticos.

Después del aturdimiento inicial, o algunas veces aún dentro de el, los padres comienzan a buscar a otros médicos, fase que se puede prolongar incluso por años. Aquí el punto crucial es cuando los padres de familia reflexionan, o aceptan por un momento : Tengo un hijo/a ciego , y una de las preguntas que surge más comúnmente es ¿Qué voy a hacer?.

Y es que por lo general el doctor da el diagnóstico, pero hasta ahí llega su función. En ese momento hay dos posibilidades para los papás

a) Se resignan a que tienen un hijo con discapacidad visual y lo llevan a casa, y lo crían lo mejor que puedan.

b) Se resignan a que tienen un hijo con discapacidad visual, y se dan a la tarea de buscar a quienes puedan orientarlos, investigan sobre la existencia de instituciones, de instancias de gobierno etc.

Obviamente la segunda opción es la que traerá mayores beneficios, por lo menos si en la ciudad donde viven existen programas de apoyo o asociaciones que ayuden a personas con discapacidad visual y sus familias.

En mi experiencia, la primera opción es hasta cierto punto un error, y por lo regular acarrea problemas a futuro ya que es hasta el momento cuando el niño está en edad de ingresar al preescolar cuando las madres de familia buscan el apoyo, si bien le va al niño, ya que desgraciadamente en algunos sectores de la población, principalmente en aquellos con condiciones socioeconómicas desfavorables persisten aún prácticas de exclusión social por parte de las propias personas con discapacidad visual. - ¿El para que quiere ir a la escuela, si no ve? - y aunque suene como un discurso de hace 70 años soy testigo de que aún hoy sigue ocurriendo, y conozco a personas ciegas que son adultos y fueron condenados vivir alejados de las actividades que cualquier persona desempeñaría como ir al colegio, salir a divertirse, buscar un empleo, etc.

Por lo tanto el paso más importante, no sólo en la el caso de la discapacidad visual, sino en el de todas las discapacidades es buscar apoyo lo más pronto posible.

Directorio con algunas de las instituciones que brindan apoyo a personas con discapacidad en México.



En Ciudad Juárez Chihuahua





El color de las flores


domingo, 3 de abril de 2011

De política, deporte y religión.



Hay temas más polémicos que otros en México, y creo que en la mayoría de los países, hablar de política, religión y en nuestro caso el futbol, siempre podrá llevarnos hacía acaloradas discusiones incluso con nuestros mejores amigos.
Dejando de lado la política y los deportes, el tema que hoy me ocupa es el de la religión.
Ya era la hora de la salida, las mamás llegaron por sus hijos hasta la escuela, algunos otros se fueron con sus hermanos mayores. Solo me quedaban dos, Giovanni y Alan.
Me dijeron que ellos se iban solos caminando, después de una larga discusión entendí que nadie iba a venir por ellos, así que solo tenía de dos sopas, o los dejaba ir o los llevaba yo.
No podía quedarme en paz con la idea de que dos niños de 7 y 8 años se fueran caminando solos a su casa, en semejante barrio y sin que los acompañara alguien más grande. Sobre todo porque si algo llegaba a pasar sería en parte mi responsabilidad. Bueno en realidad no, esa ya era responsabilidad de sus familias, pero es bien sabido por los maestros que si algo llega a ocurrirle a un estudiante, así tenga ya 17 años, la familia ataca a la escuela, al maestro y al señor del carrito de las nieves, con tal de encontrar un responsable.
Salimos de la escuela los tres, con un asqueroso sol de un intenso día de verano, y las calles sin pavimentar, con tanta arena que parecían playa de Acapulco.
Mientras iba caminando con un niño en cada mano, Giovanni me dijo:
- Maestra usted ¿de qué religión es?
Seguí caminando pero en mi mente pensaba “ashhh ashhh nooo!! Esos temas nooo!!”
Yo - ¿Por qué me preguntas eso?
Giovanni – Es que yo soy mormón.
Yo – Ah… no sabía.
G – Pero no me gusta ser mormón.
Yo - ¿Por qué?
Giovanní – Es que siempre piden dinero a las personas, y si no das dinero se enojan, eso está mal, yo no quiero ser mormón.
La verdad es que después de “piden dinero” lo único que se me vino a la mente fue “¿y que religión no lo hace?”
Seguimos caminando, pensé que ya me había librado del interrogatorio pero no. Giovanni seguía preguntándome sobre que religión profesaba yo. Yo solo seguía desviándolo del tema.
No sé si a todos los profesores les es tan incomodo tratar un tema como este con los niños. No que sea algo malo, sin embargo es un tema que toca las fibras más sensibles de las familia, y donde es mejor no meter las narices porque un paso en falso y te puedes ver cacheteado e insultado por algún miembro de la familia del niño.
Cuando me estaba acordando sobre ese día, también recordé algo que ocurrió cuando yo estaba en segundo de primaria. Teníamos que ir al saludo a la bandera, la maestra nos pidió que nos pudiéramos de pie, todos se levantaron menos una niña, Zuley.
Todos formábamos una fila dentro del salón, la maestra le pidió de nuevo a Zuley que se levantara. Ella se negó, le dijo que no quería ir al saludo a la bandera, la maestra se molestó y le preguntó si se sentía enferma. Zuley negó con la cabeza y dijo “Es que yo no soy católica, en mi religión está prohibido saludar a la bandera”.
En ese momento fue como si hubiera dicho “chinguen a su madre”, porque la maestra puso cara de…algo así como entre sorpresa, enojo y espanto. Lo mismo ocurrió con los otros niños, ¿Cómo que ella no era católica?
Durante todo el tiempo que Zuley estuvo en la escuela no participó en los honores a la bandera, bailables o desfiles. Y a partir de ese día los niños dejaron de hablarle, y ella también comenzó a volverse más introvertida.
Esto no era culpa de los niños, sino de los adultos que les hacían percibir que ser de otra religión “es malo”, “están equivocados” “nosotros tenemos la verdad”, y demás ideas tan estúpidas.
Creo que con los años esta situación ha disminuido, o por lo menos es lo que alcanzo a percibir. Cuando estaba en la preparatoria me juntaba con dos muchachas que eran cristianas, una muy muy muy practicante, y una que decía que era pero nada más ella sabía. Otra chica que no tenía religión, pues sus padres eran de distintas creencias y decidieron no criar a sus hijos en ninguna de las dos. Otra que era católica, así como la mayoría de los mexicanos que van a misa pero se pasan los preceptos y mandamientos por el arco del triunfo, y por último un chico que era mormón.
Y durante todo ese tiempo nunca tuvimos una diferencia o discusión debido a esto, nos daba tanta curiosidad saber cómo eran las religiones o creencias del otro que muy a menudo nos encontrábamos en largas charlas platicando sobre las diferencias de una religión u otra.
En lo personal me molesta mucho que me hagan preguntas sobre mis creencias, no porque no quiera hablar de ellas, sino porque me fastidia mucho que me pregunten, contesto, y no les gusta lo que oyen.
La otra vez me preguntaron si creía en la confesión, respondí que no, y me acorde de Zuley… a mí también me pusieron una cara como si les hubiera rayado la madre. Y entonces me vi de nuevo ahí, con las personas tratando de evangelizarme.
Bueno, regresando con Giovanni y Alan, después de caminar unas 8 cuadras llegamos a casa de este último, se despidió y abrió la reja de su casa. Giovanni y yo seguimos caminando, pero no había pasado ni un minuto cuando se escuchó “!Maestra! ¡maestra!” Era Alan, que venía corriendo atrás de nosotros, no había nadie en su casa y dejaron cerrada la puerta. Seguimos hacía casa de Giovanni, ahí si había gente, su abuelita, su mamá y su tía (cuestión que me dio mucho coraje, ¡trío de viejas huevonas!, ¿Qué nadie podía ir por el niño?, ¿Creen que viven en un lugar muy seguro?). Ahí se quedaron los dos chavitos y yo me regrese a la escuela, pensando sobre lo que me había dicho Giovanni.
Creo en dios pero a mi manera, no creo en las religiones, y me molesta mucho que la mayoría de la gente no pueda aceptar eso. Cuando ellos me hablan del bautizo, de la eucaristía, etc.… yo nunca me pongo a alegarles, si a ellos los hace sentir bien creo que es correcto.
Pero al parecer aún no es tiempo de poder decir lo que pensamos sin ser juzgados, por eso ya entendí que si quiero llevar la fiesta en paz cuando me pregunten ¿Y tú de qué religión eres? , tendré que decir “católica”, para que la conversación termine ahí.

viernes, 11 de febrero de 2011

Libres o felices













Hace mucho que quería escribir un nuevo post, pero la verdad es que no había tenido tiempo, hasta que Daniel Antonio me ha recordado que este 2011 no había nada nuevo, y me dio remordimiento de conciencia.


Hace unos días en la oficina surgió un tema, no puedo recordar como es que comenzamos a hablar sobre eso (siempre me pasa lo mismo). Estábamos hablando sobre María Montessori, el echo de que es bastante común que los niños que han estudiando en una de las escuelas que (según esto) siguen su sistema padecen de una conducta bastante inaceptable para la mayoría de los que les rodean.

Hace unos semestres un profesor lo describió como “Las madres quieren librepensadores, logran que el niño lo sea, pero al poco tiempo ya no les gusta por que no lo pueden controlar como solían hacerlo”.

Bastante acertada la opinión, y analizando este punto en compañía de mis jefas y compañera caí en cuenta de algo que nunca había pasado por mi mente. Constantemente hablamos de que la escuela debería de reformarse, crear personas que piensen por si mismas, que sean capaces de tomar decisiones,que no se dejen dominar por las fuerzas externas como la familia, la escuela, el estado, etc. Y sin embargo de que nos sirve formar estudiantes con estas características si al momento de ingresar al mundo laboral se van a topar con la cruel realidad de un sistema donde todas esas características solo les van a producir problemas, donde serán personas des adaptadas al medio donde se van a desenvolver.

  • Persona adaptada = mayor posibilidades de que sea una persona feliz.

  • Persona “diferente”= muy altas probabilidades de que tenga problemas para relacionarse y socializar lo que en la mayoría de los casos produce estados de tristeza.


Ya escucho las voces alzándose y reclamando a lo lejos “Pero si no hacemos un cambio en la educación no podremos cambiar las condiciones sociales que hoy nos aquejan”, y ya me veo yo respondiéndoles “Es verdad”

Pero, aún pensando que se lograra cambiar el sistema educativo, lo cual dudo mucho por que la educación pública es la planta productora de los trabajadores que el gobierno necesita, y las empresas también; no imagino a un trabajador de McDonalds siendo un librepensador, decidiendo que es mejor agregar dos rodajas de tomate a la hamburguesa que tres, y que no haya consecuencias negativas ante esto.

¿De cuantas generaciones estamos hablando? ¿Vale la pena formar personas des adaptadas al medio?

Yo le he visto en niños que son egresados del sistema Montessori, pasaron preescolar, primaria y secundaria ahí, al salir e ingresar a una escuela preparatoria de gobierno se les viene el mundo abajo, podría atreverme a decir que son infelices, por un tiempo bastante prolongado, talvez durante los tres años de escuela.

Mis posts no pretenden dar respuesta a mis propias interrogantes o a las de los demás, (en la mayoría de los casos), solo me gusta externar mis ideas para ver si me quedan un poco más claras y así poder analizarlas de mejor manera.

 

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