sábado, 18 de diciembre de 2010

Los niños y los borrachos...


Algunas veces es gracioso, otras preocupante, los estudiantes cuentan muchas cosas a las maestras o maestros, que sus padres preferirían que se quedasen en casa. Sobre todo en preescolar y los primeros años de la primaria los niños aún no distinguen claramente aquello que se puede ventilar y lo que no.

Relatos detallados de las pelas de sus padres, lo que se gritaban, lo que se aventaban. Se da cuenta uno hasta de las infidelidades dentro de la pareja.

A una compañera le toco escuchar de boca de una de sus alumnas como un día ella había sido testigo de una situación en la alcoba de sus padres bastante incómoda, pero lo peor fue que los involucrados no eran papá y mamá, sino mamá y el señor que iba a fumigar la casa. La niña estaba verdaderamente afectada, en shock, tanto así que se le tuvo que canalizar a un psicólogo pues su conducta cambió mucho y ya no quería hablar con nadie.

También están las ocasiones en que los niños desenmascaran a mamá. Como aquella vez que una madre de familia llegó explicándome en demasía preocupada, el porqué de la falta de su hijo a la clase, y entre lágrimas me relataba que la operación de urgencia realizada a su hermana había sido tan difícil para toda la familia.

A la hora del recreo yo no tuve siquiera que preguntarle al niño, él comenzó a decirme que había faltado porque sus mamá quería ir a El Paso TX, a comprar unos zapatos que estaban en especial, y como la fila en el puente internacional estaba muy larga se tenían que ir temprano.

Recuerdo que al principio del curso les encargué a todos los niños un cuaderno, y uno de ellos no lo trajo.

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Yo -¿No trajiste tu cuaderno?

Estudiante - No

-¿Porqué?

-Es que le dije a mi mamá que necesitaba uno, y me dijo que no estuviera chingando.

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Hay ocasiones en que uno se da cuenta de cierta información pero a través de las pláticas entre los niños. Y es muy gracioso escuchar sus relatos que incluyen palabras como fajas, calzones, pelos...en fin

Al final no nos queda más que recibir a las mamás o papás a la hora de la salida con una sonrisa amable, y guardar la cara de desaprobación o la carcajada para cuando se hayan ido.

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